por Andrés Muñoz, arq.
La modernidad, con su afán racional como respuesta a la crisis de posguerra, terminó de decretar como inservibles a los espacios poché -típicos de la arquitectura Beaux-Arts-, junto con aquellos anchos pasillos destinados a la circulación de ampulosos vestidos con miriñaque. El cambio de época, de las formas de vida y del vestuario también, implicaron nuevos y muy ajustados espacios… pero, ¿se ajustan hoy a los necesarios para enfrentar la actual situación de confinamiento?
La última modificación del Código de Edificación de la ciudad de Buenos Aires propuso y sancionó espacios mínimos más reducidos y baños sin siquiera bidet. Este modelo, que materializa por excelencia la especulación inmobiliaria y favorece al sector privado, a los inversionistas por sobre el ocupante-a-ser de esa unidad, de pronto empieza a perder algo de vigencia si entre los factores determinantes para la compra se incluyese un nuevo factor a considerar, el que sea “apto cuarentena”.
Acá podés seguir leyendo sobre la última modificación del Código.
¿Están nuestras viviendas preparadas para esta contingencia? ¿Tener más metros cuadrados nos asegura un mejor pasar? Bueno, hay quienes afirman que esta es una cuarentena de “cuellos blancos”, o sea de aquellas clases medias y acomodadas que cuentan con el espacio necesario para, más no sea, transcurrir de ambiente en ambiente.
Empero los espacios allí propuestos incluyen y descansan en una serie de complementos al programa básico de vivienda colectiva que en los últimos años se pusieron de moda. Y es para reflexionar el hecho de que, justamente, esos espacios destinados a otorgarle un valor agregado como Salones de Usos Múltiples, Gimnasios, Solárium con Pileta y espacios de Coworking, por mencionar algunos, hoy violan la esencia misma del aislamiento social, transfigurándose en un lujo desperdiciado en estos tiempos que corren.
Permitámonos también preguntarnos por un momento si se puede pasar una cuarentena en un monoambiente o si se puede pasar este tiempo de confinamiento en un departamento lateral, sin ventanas que abran más que a la pared del vecino… Probablemente muchos no se lo preguntaron y quizás muchos huyeron en dirección hacia sus casas paternas, en caso de tener la suerte de tenerlas. Sin embargo muchos seguramente no tienen la posibilidad de hacerlo.
¿Es la cuarentena una oportunidad forzada para vivir de otra manera?
Los espacios exteriores obtienen ahora otro valor, son el único lugar al que podemos salir con libertad y disfrutar del aire, del sol, de la lluvia y del cielo. Pero en esos pequeños balcones que le quedan chicos hasta a las plantas o en esos patios oscuros y mínimos, ¿podemos verdaderamente hacerlo?
Posiblemente ahora ya no resultaría más estrictamente necesario gracias a la flexibilización forzada de los espacios en los que habitamos. Donde antes solo mirábamos la televisión, hoy quizás trabajábamos, socializamos, comemos y hacemos gimnasia. Esto, podría empezar a desdibujar un poco la arquetípica distribución de los espacios para el vivir destinados a usos estancos, pocas veces alterados, de las estereotípicas viviendas que conocemos y habitamos.
Quizás no importa donde estemos, si en una gran mansión con una magnánima superficie parquizada o en un cuarto de una pensión, lo único que importa es la dimensión psicológica del encierro, con todo lo que nuestra mente no puede potencialmente hacer a causa del confinamiento.
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