por Andres Muñoz, arq.
El reciente incendio que se produjo en la Escuela de Arte de Glasgow, obra emblemática de Mackintosh, desató un debate bastante acalorado entre los locales acerca de si se debe reconstruir o no. Algunos arquitectos como David Chipperfield, sostienen que el edificio debe ser declarado como de “excepcional importancia” mientras que otros como Alan Dunlop proclaman que esta es una oportunidad para proyectar una escuela con características contemporáneas y llamar a un concurso que en vez de reconstruirlo, proponga un nuevo edificio.
“No reconstruyan la Escuela de Arte de Glasgow: necesitamos aceptar que se fue”
Lo cierto es que hasta el Rey aseguró su reconstrucción e indican que la aseguradora sería la que se va a hacer cargo de la misma. Hoy mismo comenzaron las tareas de remoción de escombros peligrosos. Para algunos es “él” monumento más importante de Escocia pero una encuesta demostró que, para la gente, el edificio más representativo es un estadio de fútbol.
Los casos de réplicas proliferan por toda Europa. Desde la reconstrucción del Castillo Real de Windsor, luego de su incendio en 1992, hasta ciudades enteras se han vuelto a materializar. La ciudad de Varsovia, por caso, fue enteramente reconstruida tal cual era antes de la sistemática destrucción del nazismo. Actualmente, en Alemania se está replicando el Palacio de Berlín, ubicando en pleno corazón de la ciudad. La lista es interminable y en general viene a reforzar la oferta de lugares turísticos de una ciudad. Pensemos sino en la reconstrucción neogótica de Notre-Dame, en manos de Violet-le-Duc, quizás uno de los edificios más visitados del mundo.
Algunos de los más emblemáticos casos de la Argentina son nuestros monumentos nacionales por antonomasia, el Cabildo de Buenos Aires y la Casa de Tucumán. Ambos edificios coloniales fueron “restaurados a su estado original” por Mario José Buschiazzo. En la época se realizó un minucioso estudio de reconstrucción histórica, dando por resultado lo que se ve hoy, poco de lo cual es original.
Sin embargo, el trasfondo que esto plantea es otro. Aún tantos años después de la defenestración de la duplicación anacrónica de un edificio, se sigue realizando. Esto es, la proliferación de lo que la doctrina patrimonial llama “falso histórico”, es decir, la recreación idéntica de una arquitectura de otra época.
El Teatro Argentino de La Plata sufrió un incendio y en vez de reconstruirse se realizó un concurso que dio como resultado el edificio que hoy se encuentra. La ciudad de Buenos Aires prohíbe esta recreación de valores históricos explícitamente como parte de una intervención en una obra patrimonial. Pero no lo hace fuera de ese ámbito, como lo prueba una conocida torre sobre la Av. Alcorta de nuestra ciudad, construida por un estudio capaz de recrear desde arquitectura de la civilización romana hasta el más estilizado lenguaje contemporáneo.
En cualquier caso esta inercia, síntoma de la presencia de la posmodernidad aún en nuestros tiempos, y la retrógrada nostalgia por el pasado no hacen más que derrochar recursos en una construcción que, como tal, ya dejó de existir. Veremos en qué queda la Escuela de Arte.