por Andres Muñoz, arq.
La denominada “cabina anti estrés” propone una experiencia de estimulación multisensorial que incluye palabras, música y sonidos relajantes a través de auriculares y animales susceptibles a ser acariciados para ayudar a la relajación. Se ubica en la “Plaza Armenia” en el barrio de Palermo.
La propuesta espacial es la de un espacio estanco, encerrado entre tres paredes de acrílico y una espalda ciega donde residen los cachorros. La decoración es minimalista, un cómodo almohadón sobre una alfombra verde sintética. La experiencia dura alrededor de 15 minutos, tiempo suficiente para, luego de pasar un rato con los perros y gatos que allí están, considerar adoptar y llevarse alguno.
Debido a la transparencia del receptáculo, la experiencia puede ser observada por todo aquél que pase por el sector. De este modo, la persona también está en exhibición.
Si bien varias voces se alzaron en contra a través de las redes sociales -debido entre otras cosas a la situación económica que atraviesa el país en este momento-, la propuesta no deja de ser novedosa al tiempo que contradictoria con el propio entorno en el que se inserta. Es un espacio artificial en un entorno natural.
Aparentemente la medida se enmarca en una serie de políticas que revalorizan la presencia de las mascotas en la ciudad, como el permiso para viajar en subte. Claro que la idea no es originaria de nuestras tierras sino que imita a la política denominada “Kitten Therapy”, una proposición que basa su intenciones en el hecho de que compartir el ámbito laboral con animales y en especial gatos, desestresa a los empleados y que, claro, se aplica en los países del primer mundo.
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