Genius loci revival.

Genius loci revival.

por Andrés Muñoz, arq

 
En la mitología de la antigua Roma, el Genius Loci era el espíritu protector de un lugar. Como demuestra Rob Krier en “El espacio urbano” aquel espíritu persistía en las ciudades de la edad media y del renacimiento. En el primer capítulo del libro denuncia su convicción de que en las ciudades modernas se ha perdido lo que él denominó “un entendimiento tradicional del espacio urbano”, lo cual fue acompañado por una negación del sitio. El Movimiento Moderno cuanto menos ensayó desterrar al “espíritu del lugar”. Será Norberg-Schulz quien recién en la década del 80 lo saque del ostracismo. Pero el daño ya estaba hecho, el vertiginoso crecimiento que tuvieron las ciudades durante el siglo pasado aplicando la “fórmula moderna” dio lugar a inertes aglomeraciones de alta densidad.

En la misma década del libro del teórico noruego, surge en Estados Unidos el concepto de “infraestructura verde” que posteriormente fue tomado por las naciones más desarrolladas para desplegar un repertorio de políticas ambientales que dan cuenta de una reflexión de que los recursos naturales no son renovables. Este despertar de la conciencia ecológica tiene su antecedente directo en la crisis del petróleo de 1973 y en las primeras olas ecologistas de la década del 60 y sus primeras manifestaciones legislativas en las Resoluciones de las Naciones Unidas. No obstante, ya a mediados del siglo XIX Frederick Law Olmsted y Calvert Vaux construían parques que pretendían mejorar la calidad de vida de las poblaciones. Los diseñadores del Central Park de Nueva York adaptaron los viejos principios de la jardinería inglesa a las condiciones americanas, al mismo tiempo que generaron una teoría propia acerca de la influencia inconsciente del paisaje. El mismo Olmsted oportunamente señaló que

“Ningún parque, no importa cuán grande o cuán bien diseñado esté, puede proveer a la ciudadanía los beneficios que brinda la naturaleza”.

La infraestructura verde no tiene una única definición pero siempre resalta la importancia del entorno natural existente en las decisiones sobre la planificación del uso del suelo. Generalmente incluye una serie de “ingredientes” que evidencian su carácter práctico, como la gestión de aguas pluviales, la adaptación al clima, la mantención de la biodiversidad, la reducción del uso de energía, la protección de las áreas costeras y el tratamiento de los espacios verdes “multifuncionales”, por mencionar algunos. Pretende mitigar los efectos del cambio climático y propone adaptarse a estos. En su etapa inicial tomó algunas herramientas de la arquitectura del paisaje que sirvieron de base a un concepto que se está extendiendo y complejizando al tiempo que se aplica a diversas escalas de intervención.
Cuando existe un predominio de la planificación del manejo de las aguas, se la conoce como “infraestructura azul” y obtiene su nombre propio al ser quizás la primera de las facetas abordadas por la normativa estadounidense. La “Ley de Agua Limpia” de 1987 introdujo cambios importantes en la manera de manejar las aguas. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) publica regulaciones y manuales al respecto desde 1990. Además gestiona programas de infraestructura tendientes a prevenir inundaciones en los entornos urbanos, instando al uso de pavimentos permeables, sistemas de bioretención y humedales.

En la Comunidad Europea, el enfoque es distinto. El primer boletín de la Red de Infraestructura Verde europea de 2012 señala un hecho muy significativo, “El cambio climático provocara? movimientos de las poblaciones de las especies, pero la ubicación de las áreas protegidas existentes son fijas” haciendo referencia a la red Natura 2000, una serie de 27000 espacios que equivalen al 18% del territorio de la Unión Europea. En marzo de 2010, el Consejo de Ministros Europeo estableció como objetivo la protección de la biodiversidad, detener su pérdida y fomentar su regeneración.
Entendiendo a la infraestructura verde como una “red estratégicamente planificada de zonas naturales y seminaturales de alta calidad”, llevaron adelante una serie de iniciativas transnacionales como el “Cinturón Verde Europeo” o el “Corredor Alpes-Cárpatos”. A nivel urbano, han creado el premio a la “Capital verde europea”, del que Estocolmo fue la primera ganadora en 2010. Esta y otras iniciativas, incentiva a las ciudades a instaurar una política verde, como el caso de la Comunitat Valenciana. La misma ha creado una red interconectada conformada por los paisajes de alto valor medioambiental, cultural y visual que se convertirá -según ellos- en la estructura básica ecológica de la región.
Desde una perspectiva latinoamericana, es difícil pensar un cambio en la manera en la que los inversores privados y algunos gobiernos conciben los espacios verdes de la ciudad. En muchos casos son vistos como lotes vacantes con mucho potencial económico en vez de una oportunidad de implementación de una infraestructura verde que ofrezca una mejora para la comunidad. En lugar de conservarse como ámbitos de esparcimiento y recreación que ponga a las personas en contacto con la naturaleza, se convierten en espacios consignados al crecimiento urbano.

Así y todo, la manera de administrar el concepto de “infraestructura verde” se asemeja más a la europea. Se generan corredores y redes de espacios verdes en vez de abordarse específicamente obras de infraestructura azul. Curitiba en Brasil, no sólo es referente para el subcontinente en materia de infraestructura de transporte, también lo es para infraestructura verde. Ha creado un Anillo de Conservación Ambiental de la Salud, acompañado de fuertes medidas restrictivas. Puerto Rico ha protegido sus playas, la ciudad de Medellín en Colombia ha generado siete parques lineales, entre tantos otros proyectos que ya la caracterizan. En general, se le reconoce a Latinoamérica una capacidad ociosa para generar infraestructura verde que es imperante fomentar.
En Argentina los proyectos abordan diversas escalas de intervención, desde acciones muy puntuales a proyectos urbanos. Mendoza, Resistencia y Rosario, por sólo mencionar algunas, han elaborado políticas en esta línea, generando áreas verdes que están en íntima relación con las ciudades, utilizando sus periferias. Entre el 2006 y 2007 Rosario se puso en práctica un Plan de Preservación de la especie exótica “platanus x hispánica” con el objetivo de mantener el valor paisajístico y ambiental de las alineaciones de esos árboles en la ciudad.
A nivel provincia de Buenos Aires, existe como antecedente legislativo reciente, el Reglamento sobre acondicionamiento térmico del 2010. El mismo adhiere al concepto de “arquitectura sustentable” haciendo extensivo a toda la obra y a las modificaciones sobre las edificaciones existentes, la obligatoriedad del respeto de determinados parámetros de acondicionamiento térmico.

Desde hace un tiempo la ciudad de Buenos Aires propone políticas para generar una “Ciudad verde”. Son ejemplo de esto programas de movilidad sustentable como “Ecobici” o el “Metrobús” y el sistema de reciclaje a través de los “puntos verdes”. En el año 2012 se lanzó una ley de techos y terrazas verdes, la cual si bien indica someramente sus características constructivas, la fomenta a partir de una serie de incentivos fiscales.
Según el Dr. Robert McDonald, científico principal en el programa de Ciudades Globales en la ONG The Natural Conservancy, el problema de la infraestructura verde, al igual que la gris, es que requiere inversión para crearla y mantenerla. A veces, como en el caso de las áreas forestales, los costos suelen ser bajos pero para controlar el agua de lluvia, los costos para su correcto funcionamiento se incrementan. Se necesitaría un compromiso social y político para apostar por este tipo de infraestructura pensando en los beneficios que traería para las próximas generaciones.
La atmósfera de algunos parajes parecen transmitir una armonía de lo construido con la naturaleza. Y esto ocurre porque una cuota importante del “espíritu de un lugar” la cubre el medio ambiente. Ninguna otra especie ha generado recintos tan demagogos como los humanos. Los chiches tecnológicos aplicados al mejor rendimiento edilicio no hacen más que mitigar en parte el alto costo ecológico sin darnos cuenta de que no podremos subsistir fuera de nuestro propio entorno natural.
 


BIBLIOGRAFIA
Beveridge, Charles y Rocheleau, Paul. (1998). Country, Park and City: The Architecture and Life of Calvert Vaux. New York: Oxford University Press.
Centro Regional de Medio Ambiente para Europa Central y Oriental (2012). Boletín de la Red de Infraestructura Verde Europea Nº 1.
Krier, Rob, (1975) “Stadtraum in Theorie und Praxis, Karl Kra?mer”, Stuttgart. Traducción al español: “El espacio urbano”, Barcelona: Gustavo Gilli, 1981.
McDonald, Robert I. (2015) Conservation for Cities: How to Plan & Build Natural Infrastructure. Washington D.C.: Island Press.
Norberg-Schulz, Christian (1980). Genius Loci: Towards a phenomenology of architecture. London: Academy Editions.
Valdés, Paula, & Foulkes, María Dora. (2016). La infraestructura verde y su papel en el desarrollo regional aplicación a los ejes recreativos y culturales de resistencia y su área metropolitana. Cuaderno urbano, 20(20).
Vittori, Arturo. (2006). Genius loci in the space age. Istanbul: 1st Infra-Free Life Symposium.

20 febrero 20184 Comments,

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