Uno puede decir que la ciudad en sí misma es la suma de la memoria colectiva de su gente, y es así como la memoria se asocia a los objetos y los lugares. La ciudad es el “ locus ” de la memoria colectiva – Aldo Rossi
Chinatown, en Manhattan, es uno de los barrios de New York en Lower (Bajo) Manhattan. Es una de las más grandes concentraciones de población china fuera de su país en el mundo con casi 100.000 habitantes, y también uno de los más antiguos barrios ‘étnicos” de la ciudad. Allí viven predominantemente chinos que hablan cantonés, aunque desde 1980-90 se sumaron un gran número de “min dong” parlantes. De todas maneras, actualmente casi todos hablan mandarín que también es el idioma dominante en China.
Vivo con mi familia en el área de New Jersey desde hace unos quince años y hemos pasado por todo tipo de contratiempos y dificultades por las que quizás han pasado muchos otros que han emigrado a este país. Aunque debo decir que si bien siempre extrañamos a nuestras familias y amigos, con el tiempo me di cuenta que también extraño mucho mi ciudad. Durante un tiempo trabajé en New York así que también pude experimentar el vértigo de esa ciudad. Si bien es muy diferente a mi experiencia de Buenos Aires, New York pasó por un tiempo a formar parte de mi propia memoria y empecé a pensar como propia una ciudad de la que es difícil no enamorarse.
Hablar de distancias hoy es diferente, mi abuelo llegó de Italia y volvió 25 o más años después sin siquiera un llamado telefónico de por medio. Hoy las distancias tienen más que ver con la distancia cultural y si bien estamos lejos en kilómetros, culturalmente estamos más cerca. Consumimos las mismas cosas, comemos las mismas cosas, leemos los mismos diarios, vemos las mismas películas, estamos muy conectados. Lo que sí extraño es la experiencia de la ciudad, las esquinas de New York tienen un significado que es diferente para mí del de las esquinas de Buenos Aires, que seguirán estando en mi memoria como parte de mi propia experiencia de la ciudad. Nuestra distancia cultural es menor a la de otras culturas. Somos occidentales, cristianos / judíos, políglotas, y todas las variedades que se puedan agregar de razas, religiones y costumbres. Estamos acostumbrados a convivir con la diversidad pero básicamente el centro de nuestra cultura podemos acordar que es occidental. Nuestras ciudades en América son similares en sus orígenes con algunas variantes, pero han sido un lugar, punto inicial de europeos. Nuestro pensamiento está estructurado en nuestra filosofía anclada en Grecia. La cuadrícula de las calles viene de la centuria romana y nuestras arquitecturas también tienen muchas cosas en común. Sea que uno esté en Estados Unidos, España, Italia, Francia, Montevideo o Buenos Aires, siempre vamos a reconocernos dentro de los parámetros occidentales porque nuestra cultura, en el centro o en la periferia se parecen y por lo tanto también lo hace nuestra morfología urbana.
Mirando en el Google Earth ciudades rurales chinas es muy difícil encontrar ese tipo de morfología. Los pueblos tiene en este sentido más que ver con la ciudad espontánea de medio oriente, más con la irregularidad que con la planificación. Si bien hay ciudades más planificadas, en general son aglomeraciones cercanas a los lugares de trabajo, para que sus empleados vivan ahí. Pero especialmente en áreas rurales la ciudad es caótica y naturalmente sin planificación. Muchas veces una película nos trae un recorte de cómo son o cómo es cierta ciudad. La ciudad que vemos en las películas de Zhang Yimou, se muestra como una ciudad amurallada, con puertas que se cierran de noche como en Esposas y Concubinas (1991) y una sucesión de calles muy estrechas donde solo entra el sol cuando está en su cenit, como en Ju-dou (1990). No hay una manzana, hay agrupación de construcciones pero su tejido no es regular. En estas películas el énfasis está puesto en la atemporalidad de las historias y el marco siempre es la ciudad y sus edificios. La premisa de la atemporalidad hace que escenarios naturales (las ciudades) hagan la escenografía perfecta de una situación que pudo haber ocurrido la semana pasada o hace quinientos años. (la foto es solo un ejemplo de algún pueblo chino)
Paseando un día con mi familia por Chinatown en NY y después de perdernos en alguna de sus calles, desembocamos en Columbus Pavilion (1). Lo que inmediatamente contrasta es el verde contrapuesto con la intensidad edilicia (2) y la concentración de varios negocios dentro de un solo local. Especialmente en este barrio es notable como la calle se extiende hacia el interior de los locales, puestos y restaurantes, algo así como nuestra Avenida Corrientes con sus librerías abiertas sobre la calle. Pero volvamos al Columbus… la plaza tiene, como muchos parques en NY, una reja perimetral que permite eventualmente “cerrar” el parque de ser necesario. Hay además sobre Bayard Street (ver plano) un edificio de dos pisos ocupando la planta baja semienterrada con oficinas administrativas y la parte alta con un amplio salón abierto con techo para muy diversas actividades culturales. Desde esa planta alta se conecta con escaleras y rampas que llevan al nivel de la plaza. El edificio, que es el Pavilion, no tiene líneas de estilo oriental o chino. Detrás del edificio hay un gran playón con mesas fijas donde vecinos de la comunidad china se juntan a jugar damas o ajedrez chino. Hay bandas de música típica y músicos desperdigados por el parque.
La gente se sienta sobre los bancos en cuclillas, algunos juegan en el piso directamente en esa posición, muchos comen y fuman en el lugar. Hay puestos de comida por todos lados y la mezcla de sonidos y aromas nos transporta a otros contextos. En el perímetro de la plaza, digamos a lo largo de la reja, hay una sucesión de todos estos oficios que se ofrecen a escala barrial: zapateros, relojeros, zurcidoras, afiladores de cuchillos . . . quizás hoy desaparecidos del barrio pero de gran conexión con el vecindario, completamente al servicio de la gente. La reja está poblada de puestos directamente sobre la vereda dejando un espacio considerable para que la gente pueda caminar, aunque sabemos, la aglomeración de gente no es algo que parezca molestarlos demasiado. No se ven muchos occidentales, sino que los que participan de las actividades son en su gran mayoría orientales. En ese momento es cuando pensé…¡qué lejos que esta gente está de su casa! No solamente en distancia de kilómetros, sino culturalmente. Ven otras películas, escuchan otra música, comen cosas diferentes. Son la diversidad misma, y eso hace que a su conexión con la ciudad y por lo tanto la ciudad resultante es diferente.
Digamos que yo pudiese de alguna forma traer un pedacito de Buenos Aires, me traería La Boca, Palermo, Belgrano, la feria de Mataderos, etc. y si pudiese concentrar todo en una plaza aquí en New York, sería argentino sí… pero todavía sería occidental, todavía tendría algo en común con occidente. Lo que me sorprende hoy, es esa distancia que no se puede medir en kilómetros.
Aldo Rossi explica ese vínculo de la gente con la ciudad cuando describe el Mercado del Pueblo. Se refería al locus en su libro “Arquitectura de la ciudad”: ?digamos por un momento que alguien saca lo que es la arquitectura del mercado y lo pone en otro lugar, las galerías, las glorietas, los lugares donde están los puestos, etc. y los pone en otro lugar . . . .la gente va a seguir haciendo el mercado en el lugar originario, porque el mercado no es el lugar sino ese espíritu que combina la gente y los lugares, es la memoria que habita el lugar. Tuve la oportunidad de trabajar en Italia y pude comprender a lo que refería él cuando hablaba de cómo la gente construía el espacio del mercado ya que los martes y jueves había mercado en el pueblo donde trabajaba (Loro Piceno, MC). La experiencia del mercado es intensa (en el mismo sentido que Chinatown), y se celebra con regularidad desde hace muchos años. Puedo garantizar que hay algo de eso en Chinatown, en el Columbus Pavilion.
Pero ahora digamos que hay muchos mercados, porque hay una gran variedad de culturas que hacen sus propios mercados, sus propias formas de comercio, restaurantes, costumbres y hábitos que constituyen una forma propia de cultura. De la misma manera que con los inmigrantes chinos, hay y hubo inmigrantes italianos, polacos, irlandeses, etc. Toda esa suma de culturas es entonces New York. Enredada en esta multicultural efervescencia se ha constituido y así seguirá su camino en la historia, porque aún la migración interna le proveerá este perfil multicultural.
El Bronx también tiene su comunidad italiana histórica que sigue concurriendo a Arthur Avenue que es donde encuentra lo que busca en materia de restaurantes y también de provisiones. Toda el área que rodea Arthur Street es el escenario donde en la década de 1950 vivieron Joe DiMaggio (ex-marido de Marilyn Monroe y jugador de baseball) Rocky Marciano y Jake LaMotta, el lugar donde mas tarde vivirán Paul Newman y James Gandolfini (actores los dos). El área, donde es posible encontrar restaurantes de típicas comidas napolitanas y sicilianas, revivió en los últimos años.
Claro que la proximidad cultural de esta comunidad es mucho más cercana y más familiar, está en un contexto de ciudad occidental. Chinatown tiene espíritu oriental y por lo tanto distante y lejano para nosotros desde nuestra mirada occidental. Para ellos su memoria urbana se combina en New York en un híbrido que no es ni uno ni otro, sino un tercero (en mi opinión) más rico y más intenso que sus dos originales.
Estoy convencido de que las diferencias culturales son las que generan los mejores y mas evolucionados productos artísticos. Pienso que no es bueno que la gente se aísle y se limite a conocer únicamente su país, su vecindario o sus iguales. Visitar otras culturas enriquece nuestro vocabulario y genera empatía al comprender mejor los orígenes, o en algunos casos las causas de porque la acción y reacción de una cultura. Cuando viajamos necesariamente nos internamos en las costumbres y hábitos cotidianos de los locales.
Arq. Adrian F. Menichelli
[email protected]
Tal cual Adrian , y en nuestro caso que somos producto multicultural
la predispocision y la sensibilidad frente a lo distinto es mas fuerte
Buenos Aires se ha enriquecido en estos años con el aporte de todos los países limítrofes
pero increíblemente los porteños que en su mayoría somos producto de la inmigració, no
podemos reconocerlo aun! abrazo
En la medida que uno se reconozca como parte del otro, como un híbrido que conecta con lo diverso y provoca el crecimiento mutuo.