CIUDADES 2030 / HACIA DONDE VAMOS

CIUDADES 2030 / HACIA DONDE VAMOS

por Victoria Baeza, arq

 

“la propuesta que hacemos es bastante radical. Como cambio de paradigma, la idea es que hay que cambiar la forma de hacer urbanización y hay que cambiar desde los principios básicos, desde la legislación urbanística, el diseño y la planificación urbana, y el diseño financiero de la urbanización”. Joan Clos el Director Ejecutivo de ONU-Habitat


Entre el primer cuarto del siglo pasado y la actualidad la población mundial se triplicó: de 2.500 millones pasó a 7.500 millones de habitantes. En 1925 sólo el 13% de la población vivía en ciudades mientras que hoy lo hace más del 50%. Existe una clara tendencia a nivel mundial a la concentración de la población en grandes urbes y a medida que las ciudades crecen, consumen más recursos y generan más desechos. Los daños o costos ambientales resultantes ponen en peligro la futura productividad de las mismas y la salud y calidad de vida de sus ciudadanos. La tarea de los urbanistas es vital para amortiguar estos impactos.
En el informe titulado Investing in Urban Resilience presentado por el Banco Mundial y el Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación (GFDRR) durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible Hábitat III que tuvo lugar en Quito, Ecuador, entre el 17 y el 20 de octubre, se advierte que el aumento en la cantidad de desastres naturales y de crisis y tensiones económicas, sociales y ambientales representa el mayor riesgo para las ciudades en rápido crecimiento. Unas 45.000 personas se dieron cita allí. ¿Por qué tendría que importarnos esta cumbre global en la que cada 20 años se fija la agenda urbana del planeta? Porque en las próximas dos décadas más de dos mil millones de personas se moverán hacia las ciudades.
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La amenaza que se presenta y que hay que transformar en solución es la escala, la velocidad y la escasez de recursos con la que deberemos responder a una urbanización que no tiene precedentes. De los 3.000 millones de personas que viven hoy en ciudades, 1.000 millones están bajo el umbral de la pobreza; de los 5.000 millones que habrá en las próximas décadas, 2.000 millones estarán en esa situación.
Las zonas urbanas, que albergan al 55 % de la población del mundo, son el motor del crecimiento mundial, pues representan el 80 % del producto interno bruto mundial. No obstante, la elevada densidad de población, de empleos y de activos que vuelve tan exitosas a las ciudades es también la causa de su extremada vulnerabilidad a una amplia gama de crisis y tensiones que las afectan con frecuencia creciente, vulnerabilidad de la que también es objeto la industria mundial.

“El crecimiento rápido, si no va acompañado de iniciativas que procuren impulsar la resiliencia, expone a las ciudades de todo el mundo a un riesgo enorme. El crecimiento demográfico y las migraciones se incrementan, y el cambio climático puede llegar a generar efectos devastadores, lo que significa que nos aproximamos a un punto de inflexión en lo que respecta a la seguridad de las ciudades de todo el mundo. Debemos invertir hoy en medidas de resiliencia que nos ayudarán a garantizar un futuro seguro y próspero para nuestras ciudades y para las personas que habitan en ellas”. dijo Ede Ijjasz-Vasquez, director superior de las Prácticas Mundiales de Desarrollo Social, Urbano y Rural, y Resiliencia del Banco Mundial.

Las ciudades se han vuelto las principales zonas rojas ambientales. Los sistemas y servicios urbanos (agua potable, saneamiento, transporte público y caminos) se congestionan cada vez más debido al crecimiento demográfico, comercial e industrial, junto con una mala administración urbana. Los recursos naturales, vitales para el desarrollo económico de las ciudades y de futuras generaciones, se pierden o malgastan mediante políticas urbanas inapropiadas. Aumenta constantemente el radio de impacto de las ciudades sobre los recursos que se hallan lejos de sus fronteras. Es más, las áreas urbanas se encuentran inundadas por sus propios desechos y asfixiadas por sus propias emisiones como resultado de políticas y prácticas inadecuadas de control de la contaminación y manejo de los desechos. La escala espacial de estos impactos va desde el hogar hasta la comunidad entera, el área urbana y en algunos casos, las regiones más allá. Los impactos de mayor preocupación aún se encuentran a menudo a escala doméstica y comunitaria, y se relacionan con las deficiencias de infraestructura y servicios urbanos.
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Los habitantes de los urbes, particularmente los más humildes, soportan la mayoría de las condiciones del ambiente deteriorado mediante la pérdida de salud y productividad y la disminución de la calidad de vida. Se elevan los costos de la explotación de los recursos a medida que se acaban los recursos económicamente asequibles y de alta calidad.
Entre quienes habitan las ciudades, casi 1.000 millones viven debajo de la línea de la pobreza. 
Si bien según las proyecciones del Banco Mundial el % de la población que vive en extrema pobreza viene bajando habiendo sido en 1990 un 37,6 y en el 2015 un 9,6. Se prevé que en 2030 la población mundial será de 8500 millones y dos tercios vivirá en ciudades, la población urbana se duplicará en países en desarrollo y el área cubierta por las ciudades podría triplicarse, de acuerdo con un reporte de Naciones Unidas.

¿Cómo pensar las ciudades para ese entonces? ¿Cuál es el rol del arquitecto en esta sociedad? ¿Como lograr que la ciudad crezca de la manera más igualitaria e inclusiva posible?

El papel del arquitecto y de la arquitectura en la sociedad industrializada fue puesto en jaque a comienzos del Movimiento Moderno habiéndose proclamado la necesidad de que el arquitecto abandonara los hábitos de épocas anteriores y concretara una relación armoniosa con los nuevos sistemas de producción en masas. Un personaje clave en ese momento fue Buckminster Fuller, quien había abandonado lo que él entendía como lastres culturales y que veía presentes en la producción de sus contemporáneos. Siendo difícil escapar a la creencia de las soluciones globales, así Buckminster Fuller hacia 1920 pensó salvar el mundo por medio de la supertecnología, usada en una estrategia global de la ciencia del diseño como lo expresa su paradigmática cúpula. Como dice Arthur Dexler en Arquitectura Moderna de los EEUU ¨La cúpula de Fuller es el resultado de una compleja meditación analítica y de una percepción intuitiva de la estética de una sociedad tecnológica. La Arquitectura arranca en el dominio humano en la tierra misma y por medio de la total mecanización, se podrá, a la manera de ver de Fuller, volver al primer hogar reconocido, el jardín del Edén. En sus propuestas universales lo único que salvará al mundo es la ciencia de coordinación global de los recursos. En su modelo de ¨ciudad mundial¨ la vivienda está constituida por edificios de varias plantas ubicados en toda la superficie del planeta formando parte de un servicio global de cobijos. La vivienda por lo tanto parecería no ser ya el espacio de satisfacción del hombre, ese espacio pensado en términos plásticos y emocionales, sino una unidad de un sistema global. La particularidad de su casa Dymaxion de 1927 no consistía en ser totalmente prefabricada y desarmable, sino en su original concepción de poder ser adquirida por sus partes intercambiables como repuestos y enviada por partes empaquetadas a cualquier punto del planeta.
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Ese abandono de lo cultural e histórico se le presenta también como desafío a la generación británica de los 60. De hecho aquellos requerimientos masivos no habían desaparecido, eran aún mayores. La escala sobre las intervenciones aumentaba y amenazaba con relegar al arquitecto a las tipologías habituales. El grupo Archigram, Reyner Banham, Cedric Price, los Smithson y otros desde Gran Bretaña en los 60 y 70 y el Superstudio desde Italia apuntaron a la construcción de un espacio nuevo.
En las plug-in-city, drive-in-city, instant-city y walking-city o en las ciudad en producción continua de Superstudio desaparece la ciudad en tanto entorno natural y social. Se minimiza el espacio privado y su esfera se entrega a lo público, a la transparencia y al desplazamiento. Este modelo está determinado por la presencia de una trama de servicios sociales cuyas intersecciones son las tomas, los enchufes, la reducción de los espacios privados que se convierten en puntos que dependen de la trama de servicios y una absoluta posibilidad de movimiento público.
Hoy los parámetros para intervenir son otros ya que los problemas que evidencian las ciudades son la marginalidad, la debilidad económica, la generación de empleo y la fragilidad ambiental. En este contexto, el criterio que domina las intervenciones es el de la sustentabilidad: económica, social y ambiental. La tarea de arquitectos y urbanistas en esta sociedad postindustrial no es sencilla. Hay que evaluar variables físicas, sociales y económicas, trabajando en conjunto con profesionales de otras disciplinas para entender la dinámica de la ciudad, sus problemáticas y necesidades antes de intervenir el espacio urbano. La ciudad es una configuración territorial y una construcción cultural que permite distintas alternativas de encuentro, relación, conflicto y aislamiento entre un grupo muy amplio y diverso de personas. Se debe perseguir que la ciudad crezca de la manera más igualitaria e inclusiva posible, evitando comprometer recursos económicos, naturales, físicos y medioambientales.
También debemos contemplar que las urbes del futuro deberán ser más accesibles, disponer de nuevos modelos de movilidad sostenible y ofrecer soluciones de apoyo complementario a crecientes y significativos colectivos humanos que hasta ahora han sido poco considerados (personas sin hogar, personas mayores y discapacitadas, madres/padres con bebés, niños, entre otros). La inclusión de los distintos colectivos a menudo ignorados debe pensarse desde su participación en el origen de las propuestas para mejorar de esa forma el impacto social y la sostenibilidad de los proyectos de intervención urbana. La ciudad postmoderna debería ser inclusiva y de complejidad ambiental, como superación de la ciudad moderna, exclusiva, funcionalista y ordenadora de personas, bienes y servicios.
Pensando en nuestras ciudades Latinoaméricanas en las que ni la mitad de su suelo cuenta con los servicios básicos, de provisión de agua, saneamiento, ni transporte, las autoridades, los técnicos y los profesionales, deberemos garantizar el derecho a la ciudad. Lograr ciudades que se conviertan en un espacio culturalmente rico y diversificado que incluya a todos sus habitantes.
Para el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las ciudades eficientes y amigables con el ambiente son el futuro para Latinoamérica. El director y representante regional del PNUMA, Leo Heileman, afirmó durante la inauguración del foro Construyendo Ciudades y Estilos de Vida Sostenibles en América Latina y el Caribe que las ciudades inclusivas y la eficiencia de los recursos son básicos para un desarrollo sostenible.

“Se calcula que el 60% de la infraestructura donde vivirá la población de zonas urbanas en el mundo en 2050 aún no se ha construido y millonarias inversiones se requerirán para restaurar infraestructura ya existente”, dijo Heileman

Datos de PNUMA indican que en América Latina y el Caribe el 80% de la población ya vive en zonas urbanas y la urbanización continuará, por lo que las ciudades se convierten en el espacio crítico con más grandes retos, pero también con mejores oportunidades para construir un futuro sostenible. Esto representa una gran oportunidad para diseñar y construir arquitecturas e infraestructuras eficientes que nos acerquen a estilos de vida más sostenibles e inclusivos.
 

12 marzo 2018 / by / in

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