por Andres Muñoz arq
El pasado lunes 5 de marzo se celebró el Día Mundial de la Eficiencia Energética. El concepto nace en la Primera Conferencia Internacional de Eficiencia Energética celebrada en Austria en 1998, ante la preocupación por el agotamiento de los recursos no renovables.
En nuestro país, el consumo de energía por habitante registra un aumento sostenido en las últimas décadas. Una de las maneras de sobrellevar ese aumento es la producción de energías renovables. Si se cumplieron los objetivos propuestos por la Ley de Energías Renovables del 2015, ya se debería estar produciendo un 8% del total de nuestro país y debería alcanzar el 20% para el 2025.
La norma IRAM 11900, aprobada en mayo de 2010, incorpora la “Etiqueta de eficiencia energética de calefacción para edificios” en pos de “Iniciar las gestiones conducentes para el diseño de un sistema de certificación energética de viviendas” de acuerdo a lo obrante en el decreto 140/2007 – Anexo I, inciso 2.9. El decreto reconoce entre sus fundamentos al protocolo de Kioto, firmado por nuestro país en 1997 e incluye otras propuestas como “Incluir el uso óptimo de la energía solar en la fase del diseño arquitectónico” y desarrollar un sistema de incentivos.
El etiquetado de las viviendas, similar al que ya cuentan los electrodomésticos, aún no es obligatorio pero eventualmente podrá serlo. Se evalúan la calefacción, refrigeración, el agua caliente y la iluminación así como la posibilidad de generación de energía no renovable. Ya desde 2010, se puede calcular la “eficiencia energética de la calefacción” en la página web de la Secretaría de Energía, basta con generar un usuario para ingresar al aplicativo.
Acá podés ingresar al aplicativo.
El consumo inteligente y responsable no requiere de más que la modificación de comportamientos y acciones que están a nuestro alcance. Las recomendaciones van desde adquirir electrodomésticos con el más alto etiquetado de eficiencia energética hasta no dejarlos enchufados. Evitar las luces ornamentales, emplear lámparas de bajo consumo o hacer un consumo responsable del agua caliente también son otras de las medidas. No implican necesariamente un cambio sustancial en la calidad de vida a nivel de confort térmico sino más bien una readecuación de costumbres.
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