Parásitos arquitectónicos

Parásitos arquitectónicos

por Andres Muñoz arq

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Quizás cuando se observan algunas de las intervenciones de Coop Himmelblau el concepto quede bien evidente. De entre todas, la remodelación de la azotea de Falkestrasse en Viena, Austria quizás sea la más icónica. La estructura metálica parece posarse sobre un edificio clásico que está muy lejos del lenguaje contemporáneo, tildado de deconstructivista, que exhibe la intervención.
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El repertorio es muy vasto y van in crescendo. Baste recordar las Oficinas portuarias de Amberes realizada por Zaha Hadid Architecs en Bélgica las cuales, más que un parásito, parecen haber aplastado la obra sobre la cual se posan.
 
contenedor vista deck1Con tan sólo 18 m2, FPS – Oficina de Arquitectura, ha construido una caja contenedor que se utiliza como un estudio de pintura para la artista Rosa Skific. El edficio, estratégicamente implantado para que no sea visible desde la vía pública, contrasta fuertemente con su entorno por su materialidad metálica y, sobre todo, su fuerte color rojo. La obra es el resultado de una necesidad de ampliación de un PH, ubicándola en la cubierta del mismo. En palabras de los arquitectos,

“El desafío fue generar un nuevo espacio destinado a taller de pintura a muy bajo costo. Es por eso que pensamos en un volumen metálico que se pudiera construir en un taller y montarlo en piezas en el lugar, dando una lectura de contraste formal con la arquitectura de ladrillo existente…”

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Quizás el ejemplo más visible -al menos para aquellos curiosos que levantan la cabeza por sobre el basamento comercial- sea el chalet construido encima de la ex “Mueblería Díaz”. Ubicado en pleno centro de la ciudad, sobre la calle Sarmiento, la vivienda es una reproducción de un chalet Marplatense que servía al propietario de la mueblería para recrear una vida casera. Allí dormía la siesta de media tarde como si estuviera en su propia casa de Banfield, a la que regresaba por las noches para dormir.
 
El devenir de esta obra, que está reconocida como patrimonio de la ciudad de Buenos Aires, es tan interesante como las razones mismas para su construcción. Fue estudio de fotografía y comedor, pero hoy se niegan a alquilarlo o tan siquiera permitir el acceso.
 
Aparentemente este no sería el único caso en la ciudad de una casa sobre otro edificio y, de hecho, la estrategia de una intervención visible desde la vía pública ha proliferado en los edificios no protegidos -y algunos protegidos- de Buenos Aires, haciendo visible la arquitectura parasitaria que poco a poco va consumiendo la integridad arquitectónica de las piezas que supieron conformar el tejido de la ciudad.
 
Si bien las intervenciones carecen de las estridencias formales de las europeas, la estrategia es la misma. Buscan ampliar la cantidad de metros cuadrados generando arquitecturas de muy fuerte contraste, ya sea por incompatibilidades estilísticas -pensemos en el escándalo que significaría superponer un estilo normando sobre un eclectictismo- o por materialidades opuestas,  donde la liviandad del metal refuerza la idea de efímero y se opone a la pesadez de la masa construida.
 
Tales estrategias no son otras que las que utiliza el quinchito de la casa de mi tía, donde por materialidad o por estilo, la nueva intervención no arma un conjunto armonioso, por intentar expresarlo con cierto grado de benevolencia. Sin embargo, si hay que reconocer que son capaces de transportar a sus propietarios a un mundo paralelo. El quinchito de paja podría llevarnos al caribe, a la selva africana o a la pampa húmeda. Uno con techo de tejas coloniales sobre una azotea plana daría idealmente el quincho suburbano con la parrillita.
 
Quizás sólo importe eso, el espacio para los sueños, la materialización de los ansias de mayor espacio donde sea que el gris hacinador nos deje un lugarcito.
 

5 septiembre 2017 / by / in ,

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